Después de tantos años dando por saco
las feministas con el asunto de la liberación de la mujer, grito de
“abajo los sujetadores” incluido (si no recuerdo mal, era una de
las consignas del Mayo del 68), ahora resulta que el no va más no
es ir sin sujetador sino el “no sin mi faja”, es decir ir
embutida en una de esas fajas modernas que (dicen) lo ponen todo bajo
control y disimulan una talla.
Yo, que me autoproclamo de la banda de
“para presumir hay que sufrir” y no me duelen prendas a la hora
de llevar tacones que sé que no debería, de pintarme las uñas de
los pies en invierno aunque no se vean o de soltar unas lagrimitas
con la cera (por ejemplo), me declaro totalmente anti-faja, de
hecho sólo la he llevado un día en mi vida por recomendación del
ginecólogo cuando estaba embarazada de mi peque y a la siguiente
visita, cuando me preguntó si me dolían menos los riñones con
ella, le dije algo así como: “Paco, he pensado que yo no he hecho
nada malo para llevar eso y que te la pongas tú y luego me cuentas
el efecto, que yo ya tengo bastante con las molestias propias y las
patadas del niño”.
Pero, volviendo al hecho de que estén
de moda las super-fajas esas que son así como la “doncella de
hierro” pero en latex y sin pinchos, a mí no me entra en la cabeza su utilidad
porque, salvo que no te sobre ninguna mollita, lo que se oprime por
un lado sale necesariamente por otro.
Es que me imagino el proceso para
ponerse un chisme de esos y de verdad que se me eriza el vello y
luego, una vez puesta y un vestido ajustado encima, el martirio que
tiene que suponer el calor, el sentarse y no digamos nada comer con
ellas, porque fijo que con eso puesto el nivel de
rebose (si lo hay) del estómago se tiene que haber subido a la
altura del pecho.
Con esta imaginación tan fértil que
padezco visiono una escenita, después de una cena de verano con la super-faja, llegando a tu casa abotargada y a punto del síncope y con
todo el latex pegado a la piel y deseando una ducha por encima de
todo y teniendo que decirle a la pareja o al marido: “Cariño, trae
el abrelatas o pélame por Diosssssss que yo no puedo con esto”.
Y eso en el caso de que la portadora de
la faja tenga pareja estable pero ¿y si es soltera o separada y
liga qué?, porque empezando con que el color visón ese tira para
atrás de feo, vamos que si yo fuera hombre no me reaccionaría nada,
y siguiendo con que el señor se ha hecho una idea de la “mercancía”
que esconde el vestido y cuando desaparezca la faja resulta que tiene
premio y aparece un 2x1, no sé lo que puede pasar.
Ya, como la portadora de la faja lleve
también un sujetador de esos que aumentan dos tallas si el hombre se
queda probablemente sea de Alcoy. Y por supuesto que sé que los señores vais a decir que las de las fotos que he puesto aquí están muy bien pero es que, inocentes, esas no la necesitan y, cuando se la quiten, no se les va a desparramar nada.